Paradojas de Marzauán
Continuando con este tranquilo
regreso cronológico por mi actividad artística, hoy hablaré de las Paradojas de Marzauán. Marzauán es un
personaje de un cuento de Las mil y una noches que yo convertí en
protagonista de la historia cuando me atreví a darle otra forma en una época en
que escribía cuentos. Era el personaje enamorado y no correspondido que, sin
embargo, ayuda a su amada a encontrar al adorado de su corazón. Hubo un momento
en que lo convertí en una suerte de alter ego y lo envié a buscar imágenes que
luego me servirían a mí para ir confeccionando mis cuadros. Cosas de estar en
las nubes, como él, a lomos de su caballo volador.
Esta serie de obras vino en su forma , entre
otras cosas, probablemente de mi cansancio ante las peleas de algunos: arte abstracto versus
arte figurativo. Lo que otros se tomaban en serio yo me lo tomaba a risa.
Finalmente decidieron por enésima vez que la pintura no existe, que está
obsoleta, que es una manera antigua y pasada de moda, que la fotografía sí que
es guay y el vídeo y las instalaciones, que ni abstracto ni figurativo, que lo
que mola es el arte neoconceptual.
Así que yo fui haciendo lo que me
apetecía: pintar chicas muy bellas y muy eróticas, a mi entender, claro, ya
sabemos que nadie en el mundo percibe las mismas cosas igual a otro. Y pintar
abstracción: cercana o lejana, no sé, a la que había pintado hacía un tiempo,
cuando pensaba que pintar abstracto era algo así como ser Dios –aunque he de
decir que me cansé enseguida de ser Dios. Todo en la misma obra, porque era lo
que se me antojaba. Y es que, en mi actividad artística, si no hago lo que quiero, que es lo más cercano a
lo que necesito, me aburro: y hacer arte y aburrirse eso sí que es una paradoja
de las más burdas.
Ya he dicho en otras ocasiones
que, aunque me he movido, y me muevo, también en otros ámbitos en cuanto a técnicas o soportes se refiere, prefiero a todos ellos
la pintura porque se saborea más. Al menos pintando al óleo que, si lo haces
sin atajos, tiene un proceso lento de secado que te permite tardar, contemplar
día tras día lo que estás haciendo, construir la obra a base de distintas improntas, enriquecer y enriquecerte, etc. Eso en
tiempos de prisa también puede ser una paradoja. Como me dijo uno una vez: ¿Y sí puede hacerse fácil y rápido para que
trabajar tanto? ¿Qué sentido tiene?
Me resulta complicado hasta
explicármelo a mí mismo, así que pasemos a las imágenes que es de lo que se
trata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario