Otro breve texto que reflexiona sobre mi trabajo, escrito también hace tiempo. Y unas fotos de la muestra que hice de las obras que hay en la entrada anterior.
Mi obra
tiene vocación integral (en el
sentido que le dan al término Clare Graves, Don Beck, Christopher Cowan y Ken
Wilber, entre otros), es decir, inclusiva, postconvencional. En contraste con
algunas tendencias que, aún hoy, se emponzoñan en la superficie y excluyen a todo lo que no se atañe a su método yo, en general, pretendo darle
su mayor importancia al contenido, a los nutrientes
(que diría Bill Viola), y no sólo al vehículo. Y para ello utilizo varias
técnicas, varios soportes, que me permiten acercarme a las preguntas que me
hago en mi labor artística. Manejando la incertidumbre, que es lo contrario de
la certeza (aviso, con perdón, para despistados; ya sabemos que las palabras
están un poco gastadas), incluso en los materiales que utilizo.
Tanto en el
arte como en la vida intento ese rumbo integral, mundicéntrico, no excluyente. Por eso como espectador de arte admito a priori todo, sin prejuicios (no quiero que los
árboles me tapen el bosque, o que las modas –u otros conceptos o manejos
extraños al arte- me priven de ver, para ser más precisos). No influye en mí el
tipo de técnica utilizada, el soporte, el estilo, etc.: todo eso que yo
llamaría la piel y que tanta
importancia tiene para algunos. Creo que cualquier limitación es perjudicial
para la aprehensión de cualquier cosa
y, más aún si cabe, del arte. La apreciación es bueno que sea, según mi
criterio, desde una óptica omni-nivel,
teniendo en cuanta todas las posibles
formas de mirar. Como receptor
necesito acercarme a la obra de arte sin la lección aprendida, dentro de lo
posible; no dejándome obnubilar, dentro
de lo posible, por el “traje nuevo
del emperador”, ya sabes, invisible, o para ser más exactos, inexistente. Estoy un poco cansado de
tanto “retablo de las maravillas”.
Así que,
como artista, me doy la misma libertad. Aunque el medio fundamental que utilizo
y he utilizado a lo largo de mi vida artística sea la pintura sobre diversos
soportes,he ido acercandome a la performance, al collage, a la escultura y, desde 1987, a
las llamadas nuevas tecnologías para realizar pequeñas películas,
componer/interpretar música y ejecutar obras digitales basadas o no en
fotografías previas. De la misma manera, tiendo a no encuadrarme en un estilo o
tema determinado, no por nada, sólo por evitar el aburrimiento; y porque,
creativamente, las cosas que me salen
necesitan unas coordenadas u otras en las que moverse.
Esa es la
grandeza que disfrutamos los artistas en
el siglo XXI: la libertad legada por los artistas del siglo XX. Una herencia,
la autonomía, que sin embargo aún nos tenemos que merecer, arriesgándonos a la
liberación, dándonos permiso para ser independientes. Y permitiendo que todos
los demás lo sean, sin exclusiones, sin excepción ninguna.
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